Me encontraba tumbada en mi cama, mirando al techo pero con la mente mucho más lejos de allí.
Una guerra había explotado, aunque de forma silenciosa por el momento. Pero todos los que vamos a participar en ella sabemos que no esta calma relativa no durará mucho y dentro de poco ambos bandos comenzarán a mover sus propias fichas.
Resoplé, intentando eliminar de mi mente todo este panorama. No me gustaban las guerras, pero esta vez sería un error mantenerme al margen.